Against the Poetic Avant-Garde.

Friday 25 June 2010

El Hombre en el andén.

Una historia con algunos aciertos y gran cantidad de errores. El cansancio me impide arreglarla de momento.

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Debería haberse bajado del tren al ver al hombre de pintas raras parado en el andén.

Pero no se bajó. Lo miró despacio a través de la ventana mientras algunos viajeros se apeaban en ésta, la penúltima parada y otros subían y buscaban asiento. Una pareja de adolescentes bajaba las escaleras de la terminal corriendo, agitando su billete en la mano pidiendo que el tren no partiese sin ellos. En los altavoces sonaban anuncios que no entendía: estaba lejos de casa, otra ciudad, quizás otro país.

El hombre de pintas raras no se movía; su mirada viajaba perdida en otro lugar, en otro tiempo. Usaba gabardina gris oscura y tenía sombra de barba de varios días; su piel oscura, su cabello negro como el carbón. Inmóvil.

Perdió interés en aquel hombre y regresó a su libro: “Crónicas de las Cruzadas: Saladino y el Sitio del Kerak”

Después de algunos minutos, escuchó el silbato del tren y éste comenzó a moverse lentamente.
Volteó para ver una vez más al hombre: Otro sujeto se acercaba a él, quitándose un pequeño gorro que llevaba en la cabeza, inclinándose.

Ella pudo escuchar a lo lejos:

“Majestad, debemos irnos.”